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era adaptable y bueno, encantador, sensible, imaginativo, y estaba dotado con un abundante talento
artístico. Mientras tuviera junto a él una persona con experiencia y que le amara, todo iría bien para él.
Luego, después de haber hablado entre fiebres con Wilida, Mariyam y los demás muertos, Ras se
medio despertó. Aquel gemido venía de la boca de algún aparato de la «ambulancia». Eeva, que estaba
sentada junto a él, le dijo que era una «sirena». Y después le pusieron encima de una camilla y le llevaron
al interior de un enorme edificio blanco. Había luces que nunca se apagaban y otras que no paraban de
parpadear, y algo rugía y latía lejos de él, y a su alrededor había muchos rostros morenos y blancos, los
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de Eeva y Marilyn entre ellos, y después las luces y las caras empezaron a girar y se marcharon por entre
la negrura igual que pelícanos emprendiendo el vuelo.
Un día después, Ras se había recobrado lo bastante para sentarse en la cama y para examinar con los
ojos, la nariz, los oídos y el tacto cuanto de nuevo podía ofrecerle incluso esta habitación, pequeña y
amueblada con sencillez. El viento soplaba de tal forma que le traía el olor del mundo y Ras anhelaba
empezar la persecución, aunque no estaba muy seguro de que este mundo no fuera un leopardo astuto y
capaz de pillarle por sorpresa.
Para estar bien en este mundo y en esta «civilización» antes tienes que ponerte muy enfermo le dijo
esa noche a Eeva . Igual que para estar vivo del todo antes tienes que morir.
Eeva no sabía de qué estaba hablando y, en vez de sentir el habitual interés que siempre demostraba
por su forma de pensar en las cosas, sólo quería hablar de «negocios». Ras le siguió la corriente durante
un rato, y luego dijo que le gustaría acostarse con ella. Eeva se quedó atónita. No podía. Aquí no. Tarde
o temprano un medico, una enfermera o un visitante entrarían en la habitación.
Ras no le suplicó. La besó y dijo que la vería mañana.
Media hora después de que las enfermeras hubieran terminado sus rondas Marilyn entró sigilosamente
en su habitación. Dijo que no debía estar allí porque las horas de visita habían terminado, pero que sabía
que Ras estaría contento con su compañía. Lo estaba y, tal como ya había supuesto, Marilyn no tenía
tantas inhibiciones como Eeva. Marilyn poseía su propio corazón de cocodrilo.
Después de aquello Ras se quedó plácidamente dormido, pero despertó en mitad de la noche para
encontrarse con una enfermera, Mariamu, que estaba examinándole y arreglando la ropa de su cama.
Era una muchacha hermosa, y la belleza de sus formas era visible incluso debajo de su holgado uniforme
blanco, y tenía una cabeza preciosa y un rostro que Ras supo tendría que acabar esculpiendo en madera.
Se lo dijo, y, aunque parecía tímida e incluso un poco asustada de él, Mariamu se quedó. Acabó
hablando con él más tiempo del conveniente, por lo que la supervisora de la planta vino a decirle que se
fuera. Pero le prometió a Ras que le dejaría esculpir su cabeza, y le dio su dirección. La supervisora, una
mujer corpulenta y de unos cuarenta años, pero aún agradable, se quedó en la habitación. Parecía estar
fascinada por lo que había oído contar sobre él, y escuchó toda su historia mientras sus ojos se iban
abriendo más y más, poniéndose cada vez más cerca de él. Pasado un rato Ras la atrajo hacia sí y la
supervisora no luchó, sino todo lo contrario.
Ras volvió a dormirse pensando que este mundo del exterior tendría muchos peligros, naturalmente,
pero que también tenía sus placeres y compensaciones, si uno sabía cómo conseguirlos.
FIN
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