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La fontanela se alzó lentamente. La mujer la cogió cuando quedó completamente
desenroscada y la metió en uno de los platos de su bandeja. Tomando otro disco, lo
encajó en la fontanela abierta y se dirigió hacia el siguiente huevo, sin entretenerse en
mirar cómo giraba el disco hasta quedar ajustado.
Hab�a colocado todos los recambios de su bandeja cuando tintineó un sol-sol-do.
La mujer exclamó:
 �Marchaos al diablo y dejadme en paz!
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Las mujeres son una importante variedad del arte, aunque sea de las que exigen un
estudio y una dedicación exhaustivos, dice una nota de las memorias no escritas de
Gaspard de la Nuit. La recepcionista que salió en Sabidur�a de los Siglos al o�r su musical
sol-sol-do era demasiado lozana para tan mohoso cuchitril, con sus estanter�as de libros
viejos y un polvoriento friso de estrellas de David y cruces de Isis. Mientras respiraba con
dificultad y carraspeaba, Gaspard admiró a la recepcionista dando gracias a los dioses
por el retorno de las faldas al mundo no literario: unas faldas cortas y ajustadas que
realzaban las piernas perfectas enfundadas en finas medias. Un vaporoso jersey marcaba
sus protuberancias delanteras tan armoniosamente como los brillantes bucles casta�os se
adaptaban a su cabecita y a los sonrosados lóbulos de sus orejas.
Zane Gort silbó el cort�s saludo robótico que todas las hembras humanas encontraban
tan divertido.
En vista de que Gaspard no daba por terminada su inspección, la reci�n aparecida dijo
con cierto descaro:
 Bien, bien. Yo ya estoy demasiado vista, conque dej�monos de resoplidos y
vayamos al grano.
Gaspard se autocensuró la respuesta: �Por m�, encantado, si dispones de un sof� y no
te importa la presencia de un robot�. En vez de eso dijo, a modo de excusa:
 Hemos venido corriendo. Un piquete de escritores nos ha tendido una emboscada, y
hemos tenido que deshacer cinco manzanas de camino para librarnos de esos man�acos.
Se habr�n olido que la Rocket prepara algo. Les hemos despistado saltando al camión de
un chatarrero. Ahora se dirigen al Paseo de la Lector�a, atra�dos por las destrozadas
m�quinas redactoras.
Recordando la observación sobre sus resoplidos, agregó:
 A propósito, me gustar�a verla correr mil metros siguiendo el paso que marca un
robot.
 Estoy segura de que desarrollar�a unos muslos como toneles  replicó la muchacha,
mirando de arriba a abajo al magullado Gaspard . Pero, �qu� les ha tra�do aqu�? Esto
no es un dispensario, ni una estación de engrase  a�adió a intención de Zane Gort, que
acababa de soltar un crujido mientras daba la vuelta en torno a Gaspard para echar una
ojeada a los libros.
 Mire, nena  dijo Gaspard, malhumorado . Dej�monos de tonter�as y hablemos en
serio. Nos han enviado aqu� para algo concreto. �Dónde est� ese ordenador enano?
Gaspard hab�a estado meditando cómo deb�a formular aquella pregunta. Cuando
Flaxman habló de �un cerebro� por tel�fono, Gaspard tuvo la moment�nea visión de un
enorme globo, con unos grandes y malignos ojos que brillaban en la oscuridad, montado
sobre un diminuto cuerpo contrahecho o quiz�s en un peque�o pedestal cori�ceo con
serpenteantes patas de pulpo; en definitiva, una especie de monstruo marciano, aunque
no ignoraba que los cerebros de los verdaderos marcianos iban alojados en sus tórax de
coleópteros revestidos de un caparazón negro. M�s tarde, Gaspard imaginó unos sesos
sonrosados flotando en una cubeta de ambarino l�quido nutritivo... o tal vez nadando en
una ba�era del mismo l�quido, meneando sus patas de pulpo. (Realmente, la imagen de
un cerebro con tent�culos parec�a muy arraigada en la imaginación humana, como
arquetipo del ar�cnido inteligente, perverso y gigantesco.)
Pero luego, Gaspard llegó a la conclusión de que todas sus imaginaciones eran
infantiles, y que al hablar de �un cerebro�, Flaxman deb�a referirse a alg�n tipo de
calculadora o banco de memoria  aunque no se trataba de un robot ni de una m�quina
de redactar , probablemente de tama�o m�s bien reducido, puesto que iba a ser
transportado por una persona. AI fin y al cabo, los profanos hab�an llamado �cerebros
electrónicos� a los primeros ordenadores digitales. Durante una docena de lustros los
cient�ficos hab�an calificado de sensacionalista aquella terminolog�a. Luego, cuando los
robots desarrollaron conciencia, se apresuraron a rectificar, asegurando que aquel
nombre era muy apropiado. Zane Gort, por ejemplo, ten�a un cerebro el�ctrico lo mismo
que todos los robots, incluyendo cierto n�mero de brillantes robots cient�ficos que ten�an
en alta estima el equipo mental electrónico.
Al preguntar por un ordenador enano Gaspard quer�a persuadirse, para su propia
satisfacción, de que fuese �sa, m�s o menos, la verdadera naturaleza del �cerebro� de
que hab�a hablado Flaxman.
Pero la muchacha enarcó las cejas y dijo:
 No s� de qu� me habla.
 Seguro que si  insistió Gaspard, confianzudo . El ordenador enano es lo que
llaman un cerebro. Venimos a por uno.
La muchacha le miró fijamente y dijo:
 Aqu� no trabajamos con ordenadores.
 Bueno, pues la m�quina-cerebro, sea lo que sea.
 Aqu� no trabajamos con ninguna clase de m�quinas  dijo la muchacha.
 De acuerdo, de acuerdo. Un cerebro y nada m�s, entonces.
Tal como lo dijo Gaspard, sonó como si pidiera una hamburguesa, y la expresión de la
joven se hizo m�s severa.
 �Qu� cerebro?  preguntó fr�amente.
 El de Flaxman. Quiero decir el cerebro que Flaxman necesita... y tambi�n
Cullingham. Usted deber�a saberlo.
Ignorando las �ltimas palabras, la muchacha inquirió:
 �Ambos necesitan el mismo cerebro?
 Desde luego. Dese prisa.
El hielo en la voz de la muchacha se hizo cortante como un pu�al. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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